Érase una vez un día en el que la lluvia dijo:
--- Yo no valgo para nada. Lo único que hago son
inundaciones y destrozos en pueblos y ciudades.
Entonces el sol le dijo:
--- Eso no es cierto, el mundo te necesita, ¿cómo crecerían
humanos, plantas y animales? La verdad es que yo soy el que no valgo para nada.
Con mis rayos hiero a las personas.
--- Pero, ¿cómo sería el mundo sin ti, sol?, le preguntó la
nube que cubría el sol. Las plantas no crecerían y el mundo sería triste, sin
un rayo de luz. Sin embargo, yo soy la que debería marcharme, lo único que hago
es tapar la luz.
--- Tú eres la
protección. Sin ti, habría demasiado sol y eso sería perjudicial, le dijo la
nieve. Yo me debería marchar, solo cubro con un frío helador y una capa blanca
el mundo.
--- Pero tú, das alegría a los niños, cuando se asoman por
las ventanas y ven que está nevado, le dijo la niebla. Yo, sin embargo, cubro
todo lo que se cruza en mi camino, sin dejar ver lo suficientemente bien.
¿Cuál eres tú?
¿Eres la nube que cubre el sol, que por fuera pareces de una
forma y por dentro tienes una luz?
¿Eres la lluvia, que el mundo te necesita pero a veces tu
don lo usas para el mal? Olvidar o despreciar, abandonar o alejar…
¿Eres el sol, que todo el mundo se pone alegre al verte
salir pero puedes aprovecharte y herir a los demás?
¿Eres la nieve, que tapas lo que no te interesa, o no ayudas
a los demás y tiene que ayudarles otra persona?
¿Eres la niebla, que tapas al resto para que solo se te vea
a ti y para ser el más importante?
Todas estas situaciones atmosféricas son esenciales en el
mundo, como cada persona que se despierta cada día, o que ayuda al resto, que
se ofrece a los demás. Cada uno de nosotros somos una situación atmosférica.
Pero tú, tienes que mirar dentro de ti y descubrirlo por ti mismo, cada día de
tu vida.
iredola, febrero de 2013