Por aquellas
calles,
sin corazón
alguno,
en pleno invierno
paseaba un
vagabundo.
Sin ropa,
sin comida,
dando gracias
por su alegre
vida.
Sin posesión
alguna
hombre alegre
nunca se
lamentaba
aunque era
consciente.
Paseaba por la
ciudad,
paseaba por el
campo,
alegremente
sin pensamiento
extraño
Siempre alegraba
a la gente que
pasaba a su lado
y muy pocas veces
se le veía
malhumorado.
Pobre hombre,
pobre vagabundo,
y el pobrecillo
siempre estaba en
su mundo.